sábado, 3 de noviembre de 2007

La piedra y el cascanueces

Érase una vez una piedra marrón de río, perfectamente pulida, redonda, brillante.

Vivía en el lecho del río, rodeada de algas, alegre y contenta de sentir el agua a su alrededor, de pasarse las horas tranquilita en su sitio, de dedicarse a contar pececitos antes de dormir.

Fue un día aciago cuando aquella sombra se acerco nadando hacia ella, vislumbro una boca y luego oscuridad. Fue tanto el tiempo en oscuridad que olvido las algas, olvido los peces, olvido el agua y al final se olvido de si misma.

El pez no pudo resistirse a aquel baile brillante que jugueteaba tras el sedal y acabo en la cesta del pescador. Este fue clemente con el animal, dejo que muriera ahogado mientras se sacudía frenéticamente.

Ya en casa limpio las escamas y abrió la barriga de un largo tajo. La piedra no sintió la luz ni el cuchillo, pero estaban allí. El pescador la miro durante un momento, una piedra marrón. La seco y la volvió a mirar, una pequeña sorpresa, tan pequeña como una nuez. Sin pararse a pensarlo la dejo en la cesta de las nueces, y allí se hundió la piedra.

Las nueces recibieron alborotadas a su nueva compañera. “Bienvenida”, gritaron las nueces de la tierra entre jaranas y aplausos, “¿de donde eres preguntaron?”. Las nueces California, mas puestas, solo un sobrio “Hi, where are you from?”. No les llego respuesta a ninguna, aquella extraña y callada nuez que se había hundido en el cuenco permaneció impertérrita a sus preguntas. “Será una nuez china, ahora tocan todos los mercados” concluyeron las nueces. Y allí permaneció mientras sus compañeras parloteaban incansablemente.

Llego el día en que el pescador llevo el cuenco al salón. Ese viaje seria solo de ida para la mayoría de las nueces, a veces para todas. Aquellas que habían logrado sobrevivir ya se encargaron de narrar cuentos de terror en los que un maquiavélico ser gritaba exigiendo mas nueces para destrozarlas.

- Venid a mi, venid a mi, venid a mi – gritaba el cascanueces – Nueces, nueces, nueces. Yo decido, yo mastico, yo destruyo. – aullaba el cascanueces – Nueces, nueces, nueces. Mis dientes son mas fuertes, mi boca mas grande, mis mandíbulas las mas feroces. – Bailaba desaforadamente – Nueces, nueces, nueces. Adorarme antes de morir.

Las nueces gemían y temblaban dentro de su cuenco. Pequeñas como eran, diminutas nueces dentro de la boca del cascanueces. Siempre el mismo rito, siempre el mismo resultado. El cascanueces estaba orgulloso de su trabajo, le encantaba esa pequeña lucha desigual en la que la dura nuez acababa cediendo frente sus imponentes mandibulas, el crujido final, como una explosion de fuegos artificiales, desparramando la nuez entre su boca, disfrutaba sintiendolas temblar en sus fauces, ese momento lo era todo en su vida.

Y asi comenzaba el fatidico dia, las nueces sollozando e intentando escapar en el cuenco, deseando no ser escojidas. Los aullidos del exultante cascanueces entre chasquido y chasquido. Fue cuando escojieron a la china cuando todas se dieron cuenta que no conocian su nombre, a ninguna le dio mas pena que la compasion que sentian por si mismas al temerse ser las proximas.

El cascanueces no la sintio temblar en su boca, pero euforico como estaba no llego a darse cuenta. Apreto, apreto mas de lo que lo habia hecho en toda su vida, apreto tanto que los dientes rechinaron, hasta que finalmente oyo el crujido, pero esta vez fue el suyo. No solto ni una lagrima, ni un suspiro, revento por su eje y la china salio disparada, atraveso el salon y se perdio por una ventana abierta.

Las nueces no dieron credito a lo que habia pasado, lo comentaron entre susurros en el trayecto de vuelta a la cocina. Aquel dia solo habian perdido a media docena de las suyas sin contar a la china, a aquella nuez callada que habia derrotado al cascanueces y escapo del cuenco.

Desde entonces las nueces sueñan con escaparse, con derrotar al cascanueces y fugarse como la china. Relatan aquel prodigioso hecho adornandolo de mil maneras, y aunque sollozan el dia que viajan al salon ya no tiemblan tanto como antes al enfrentarse a los cascanueces. Incluso, de vez en cuando, alguna consigue resistir a su boca el tiempo justo para que se rompa su cascara junto con las mandibulas del cascanueces.

Y esta es la razon de porque a algunas piedras se les llama chinas.

De porque los cascanueces ya no son como antes.

Y de porque las nueces son tan duras de pelar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y la piedra y la rana?